Covid
Quiero compartir una parte de la tragedia que estamos viviendo en mi familia ¿Por qué? Bueno, porque no quiero que suceda en la de ustedes.
El sábado, mi cuñado, el esposo de mi hermana mayor, falleció por causas relacionadas a la infección por covid-19. Mi hermana sigue en el hospital, su alta es inminente.
Comprendan lo siguiente -que han escuchado o leído por meses, pero que tal vez no les parezca real aún: esta enfermedad es agresiva, altamente contagiosa, terrible, impredecible y mortal. Mis sobrinos no tienen padre. Mi hermana no tiene esposo. Mi sobrina nieta se quedó sin su abuelo. Entiendo el que muchos, que todavía están encerrados y que permanecen en modo home office, no puedan imaginarse el que esta situación sea tan grave como la pintan. Y la gente que simplemente tuvo que irse a la playa pero que “se cuida para ir”, tampoco lo comprende.
Esa parte de mi familia, mi hermana, mi cuñado, sus hijos, su nieta, comenzaron con síntomas un lunes. Acudieron a una unidad de medicina familiar el martes y, a pesar de la diabetes de mi hermana y cuñado, los enviaron a su casa y les pidieron que regresaran en 14 días. Consultaron con un médico particular el miércoles. Comenzaron con un tratamiento y con concentradores de oxígeno para los mayores. Para el martes siguiente, mi cuñado estaba dispuesto a ser hospitalizado. Seis días después de ser ingresado, necesitó ser intubado. Y cinco después de eso, murió.
¿Cuál es el sentido de compartir esta muy dolorosa parte de mi vida, de la vida de mi familia? Como les decía, para que ustedes no pasen por ello. De nuevo, la enfermedad es impredecible. Sí, tú, que haces ejercicio y comes bien, podrías tener síntomas mínimos, pero también podría no ser así. Sí, tú tienes menos de 40 años, pero eso tampoco es garantía. Es una enfermedad nueva, de la que no se conoce todo, a pesar de que ha estado entre nosotros por nueve meses, casi 10.
Vivimos en una país, en una cultura, en la que el hedonismo es nuestro motor. Toma un Uber para llegar a tu destino, que está solo a 15 cuadras. Fuma, “de algo nos tenemos que morir”. Come lo que quieras y, cada 2 de noviembre, regresa de ultratumba a comer más. No vayas al médico, mejor pregúntale a tu tía qué puedes tomarte para ese dolor extraño que tienes. Y jamás aceptes ser hospitalizado, porque nadie regresa de ese lugar. Y todo ello nos pone en un riesgo mayor.
Una de las cosas que sí se saben, es que la velocidad es la clave para poder atacar la enfermedad. Tener los síntomas y las tristemente célebres comorbilidades (diabetes, sobrepeso, hipertensión, enfermedades que debilitan el sistema inmune, tabaquismo y embarazo) deben ser la señal de alarma que debe activarse para que, a la primera indicación, las personas en esas condiciones acudan a un hospital covid. El deterioro de los pulmones es rápido y cruel y es mejor atenderlo antes de que se extienda y perjudique el resto del organismo. Y, como ya lo describí anteriormente, es cuestión de días. Tu vida, la vida de tu familia, puede derrumbarse en cuestión de días.
Aquí tengo que mencionar el hospital. El anexo covid del Hospital General de Zona 24 en la CDMX tiene, como espero que sea el caso del resto de las reconversiones, a algunos de los médicos más dedicados que hemos conocido. El trato es humano, comprensivo y amable. El personal está absolutamente comprometido a salvarte, a salvar a tu familia, pero nunca con la frialdad que uno creería que existiría en un lugar tan ocupado, tan en movimiento. A mi hermana la llaman con un nombre en diminutivo y estoy seguro de que las enfermeras y médicos han estado acudiendo a presentar sus condolencias por la muerte de su esposo.
Tener miedo es natural. Tener miedo de los médicos, es ilógico. Eloy, hijo de Lizeth, mi amiga desde la secundaria, está de guardia en pleno pabellón covid y arriesga su propia salud todos los días. Ayuda a los familiares de sus pacientes a pasar algún recado a los enfermos. Sabe que, muchas veces, una palabra de aliento puede ayudar a mejorar el ánimo y las ganas de alguien para salir adelante. El domingo, al llamarme para darme el pésame y que lo hiciera extensivo al resto de mi familia, le pedí que no cambiara, que no se volviera un médico amargado y parco. Que conserve su corazón. No puedo explicar por qué, pero estaremos siempre agradecidos con él.
Mis consejos son los que ya conocen:
- Si pueden quedarse en casa, háganlo. Es un privilegio que no todos tienen.
- Usen cubrebocas al salir. No lo toquen por fuera, no se lo bajen a la garganta. Debe cubrir la boca y la nariz. No se usa en la frente, no sirve de nada en la bolsa de la camisa o del pantalón. No es un escapulario. Es una barrera para que tus gotas de saliva no salgan e infecten a alguien más. Es, también, probablemente, no seguramente, una barrera para evitar que si alguna microgota alcanza a escapar de alguien con cubrebocas, no llegue a ti. No es una seguridad, pero podría ayudar. Los de tres capas son los más recomendados.
- Cómete ese helado en tu casa, no a la salida del súper, mientras te bajas el cubrebocas.
- Fúmate ese cigarro en tu casa, no lo hagas mientras vas por la calle y te bajas el cubrebocas. Lo mejor sería que no fumaras, pero tampoco quiero evangelizarte solo porque yo lo dejé.
- Lávense las manos con agua y jabón 20, 30 veces durante el día, por más de 20 segundos cada vez.
- Si salieron, ya sea para obtener víveres o para ir a trabajar o al médico, lleven alcohol gel. Gel antibacterial, como lo conocemos, con al menos 70% de alcohol. No es lo ideal, pero es mejor que nada.
- Mantengan la sana distancia. De preferencia, 2 metros. No se sientan apenados de exigirlo a las personas que se les acercan. Somos un pueblo muy encimoso,
- No se toquen la cara, los ojos, la boca, la nariz. Son los medios de entrada del virus.
- El viaje a la playa puede esperar
- La boda puede esperar
- La borrachera puede esperar
- Ver a los amigos puede esperar o puede hacerse por alguna de las muchas opciones digitales que existen. No usen Zoom. Skype es mejor y Google y Facebook ofrecen alternativas también.
- Así como hay juntas que pudieron ser un mail, hay jornadas en las oficinas que pueden ser home office. No necesitas asomarte al lugar de tus empleados para saber que están trabajando. Son adultos ¿sabes?
- Si tienen síntomas de covid (tos seca, garganta inflamada, fiebre, diarrea, pérdida del olfato), acudan al médico. Si padecen de diabetes, sobrepeso, hipertensión, enfermedades que comprometan su sistema inmune o si están embarazadas, no pierdan tiempo y vayan de inmediato a una unidad covid. No se preocupen: todos pasan por una valoración antes y es probable que en esa valoración, los encuentren en mejores condiciones de las que temen. Sin embargo también podrían detectar que la enfermedad está afectándolos de manera silenciosa y sugerir ser ingresados. Pero, no esperen a tener síntomas de falta de aire o fatiga extrema por baja oxigenación.
- De ser posible, compren un oxímetro de pulso y un termómetro. Sé que los venden al doble o triple del precio, pero es una inversión que les puede salvar la vida. Los niveles normales de oxigenación en sangre no deben ser menores a 90. Típicamente, la fiebre se considera a partir de los 38° C.
- Si tienes comorbilidades y acudes a una unidad covid, intenta que sea con un familiar, pues será responsable de hacer los trámites correspondientes mientras eres valorado: te tomarán los signos, medirán tu oxigenación, temperatura y aplicarán oxígeno si lo necesitas. No temas: los médicos y enfermeras que están presentes en esas unidades están comprometidos con hacer todo lo posible por salvar tu vida.
- La mejor manera de cuidarte, siempre será cuidar al resto de las personas. Es una enfermedad muy contagiosa y si te lavas las manos constantemente, no te tocas la cara, usas cubrebocas, sales solo a lo indispensable y guardas distancia y estos lineamientos son seguidos por todos, la cadena de contagio disminuirá significativamente. Salven su vida al salvar la de los demás.